Días atrás visitó Paraguay el conferencista estadounidense John Maxwell, especialista en liderazgo transformacional. De entre todas las frases que enunció, dos fueron las que me parecieron más acertadas: “Si empiezas un cambio hoy, no se verá hasta mañana. Pero si no empiezas hoy, no habrá ningún mañana”. Asimismo, agregó que Paraguay tiene a su favor un gran bono demográfico (con 70% de la población que tiene menos de 40 años), puesto que “la juventud muchas veces es más rápida para hacer buenos cambios, en comparación con sus padres y abuelos”.
El norteamericano podrá ser muy cuestionado por muchas personas (por razones comerciales, religiosas, etcétera), pero tiene razón: la juventud paraguaya es muy capaz, y eso me consta. Lastimosamente hay mucho, demasiado trabajo que hacer para lograr cambios en una sociedad aún dominada por la ignorancia y los colores políticos. Si se aplicara la frase futbolística en esto, se podría decir: los candidatos pasan, pero los partidos quedan. Se sigue votando a la pañoleta y así nos va. Promesas electorales que no se cumplen, alevoso despilfarro en entidades públicas, recorte presupuestario a la educación e investigación, etcétera. Todo esto pasa porque los jóvenes, los motores del desarrollo, lo permiten.
Los atrasos en Paraguay seguirán por un buen tiempo si es que la juventud no se despierta. He ahí lo triste y desafiante. La prebenda, de la derecha y la izquierda, ya está instalada en muchos jóvenes debido al temprano reclutamiento que hacen los movimientos políticos en los barrios (con sus seccionales, comités, búnkeres, ratoneras), en colegios y universidades. Y no solo son las personas menos educadas las que caen en el engaño de los políticos, también lo hacen las más ilustradas, porque buscan un éxito rápido, llenarse los bolsillos y luego marcharse. No entienden que el país lo debemos transformar, no para nosotros hoy, sino para nuestros hijos y nietos, para mañana. Ellos serán los que sufrirán o disfrutarán este terruño.
Pero afortunadamente no todo está perdido, hay esperanzas. Por mencionar un ejemplo, la Fundación Saraki empezó una campaña días atrás con el fin de denunciar la falta de rampas para personas con discapacidad, en muchas veredas asuncenas. La iniciativa ya logró que se empiecen a construir algunas rampas que faltan. La inutilidad de la Municipalidad de Asunción al menos trajo algo positivo y es hacer que la juventud se despabile y actúe. Estas pequeñas acciones son las que generan grandes transformaciones.
Necesitamos entender que para cambiar el país tenemos que empezar ahora, comprometiéndonos con pequeños aportes, siendo más críticos e invulnerables a los sofismas de la clase política actual. La educación es clave, pero también es muy importante dar buenos ejemplos, sobre todo a aquellas personas que piensan que todo está perdido y por eso caen en el “dejá nomás ya, todo va a seguir igual”, o, “total los políticos son todos corruptos”.
Si queremos un mañana mejor, o por lo menos un mañana, empecemos hoy. Les debemos a los que nos reemplazarán.