Una conocida tienda vistió a sus maniquís con sus exclusivas prendas de vestir, pero todas ellas aparecen quemadas y ennegrecidas, para llamar la atención sobre la reiterada y peligrosa costumbre de celebrar las fiestas de Navidad y Año Nuevo recurriendo al uso de bombas, petardos y otros explosivos peligrosos.
Esta antigua y folclórica costumbre ya ha ocasionado innumerables accidentes, principalmente en niños y niñas que manipulan los peligrosos artefactos de pirotecnia con el consentimiento de los adultos, pero sin el debido control y sin la necesaria precaución, derivando en graves heridas, amputaciones de miembros y otras situaciones trágicas que empañan lo que debería ser una fiesta de encuentro familiar, en un ambiente de paz y de alegría hogareña, sin mencionar el daño que causan a los oídos sensibles de las mascotas hogareñas, especialmente a los perros.
Los casos más extremos son los de personas que celebran realizando disparos de armas de fuego al aire, exponiendo a sus semejantes a ser víctimas de balas perdidas. Uno de los episodios más trágicos se vivió en el 2012, cuando la niña Paz Valentina, de 3 años de edad, falleció alcanzada por una bala, que luego se comprobó fue disparada por el taxista Jorge Prisco, quien este año fue a juicio y resultó condenado a 5 años de cárcel. La conmoción que provocó este hecho ayudó a crear mayor conciencia con la campaña Una navidad sin balas, que ayudó a reducir en gran medida los casos de heridos por armas de fuego disparadas durante las celebraciones de Navidad y Año Nuevo.
En el caso del uso de bombas, petardos y explosivos, también se nota una sensible reducción en los últimos años, como producto de las insistentes campañas de concienciación. En 2012 se contabilizaron 30 pacientes con diversas lesiones con pirotecnia en el Hospital del Quemado, mientras que en 2015 el número de pacientes con esta característica se redujo a 12 en este mismo centro asistencial. Sin embargo, en el Hospital del Trauma, el año pasado ocurrieron 24 casos de pacientes lesionados por el uso de pirotecnia, de los cuales 21 fueron hombres y 3 mujeres, con edades que oscilaban entre 6 y 51 años de edad.
Aún con este panorama más alentador, todavía se requiere de una gran tarea educativa para cambiar la costumbre de celebrar con los folclóricos mbokapu o con los aún más peligrosos disparos de armas de fuego. ¿Cuál es la necesidad de acudir al uso de los explosivos para vivir la alegría del encuentro con los seres queridos? ¿No estamos exponiendo innecesariamente a nuestros hijos, o a nosotros mismos, al riesgo de un accidente, que precisamente convierta la fiesta en una tragedia?
Que las explosiones sean en realidad de alegría, de emociones y abrazos, en estas fiestas de fin de año.