Metimos la pata. Fue en la constituyente del 92. Quisimos exorcizar definitivamente al fantasma del dictador y atomizamos el Poder Ejecutivo cuadriculando el Paraguay en lo que hoy son ya como 250 municipios. Craso error. Para un país de menos de siete millones de habitantes fue un suicidio institucional.
Queríamos descentralizar la administración del poder, pero solo descentralizamos el reparto de zoquetes. Hicimos un análisis político de la descentralización, pero a nadie se le ocurrió hacer un análisis económico. Es simple. No se puede administrar cuando no existe capacidad de gestión.
No nos dimos cuenta de que era humanamente imposible que el Paraguay generara suficiente capital humano capacitado como para dotar de administradores y técnicos planificadores a 250 organizaciones distintas, distribuidas a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.
Y esto suponiendo cándidamente que a las autoridades electas en cada una de esas 250 organizaciones les interesara contratar a profesionales que pudieran desarrollar una propuesta de planificación y aplicarla.
Lo único que hicimos fue garantizarles a los partidos la multiplicación del zoquete. La posibilidad de fortalecer su aparato electoral permitiendo que hasta sus punteros de barrio terminasen financiados con un rubro del Estado.
Así, el sueño de la descentralización se convirtió en una pesadilla feudal. Familias enteras se han apoderado de un pedazo del territorio y del presupuesto. Y ni siquiera necesitaron desarrollar un aparato recaudador. Viven de Itaipú, de los royalties que fluyen generosos desde la Binacional a Hacienda y de allí hasta cada municipio.
La imagen grotesca del intendente de Limpio satisfaciéndose con una jovencísima funcionaria –una subalterna cuya permanencia en el cargo dependía de él– en las mismas oficinas de la Municipalidad (imagen grabada por el mismo personaje, para jactarse vaya uno a saber de qué) es casi un documental (brevísimo) del nivel de decadencia a la que llegaron muchos de los municipios.
Fue un error. La descentralización debió comenzar con el fortalecimiento de las gobernaciones. Es mucho más simple dotar de capacidad técnica y administrativa a 19 gobernaciones que a 250 municipios, y mucho más sencillo controlar el uso del dinero.
Hoy las gobernaciones son casi estructuras ociosas. No tienen poder real. La lógica administrativa habría sido la creación de unos pocos municipios dentro de cada departamento, no más de cincuenta en todo el país.
En algún momento en los próximos años habrá una nueva constituyente, eso es seguro. Será la oportunidad de corregir este entuerto. En algún momento, el video íntimo del intendente de Limpio tiene que pasar a ser apenas un recuerdo doloroso de cuando nos gobernaban los degenerados.