BRASILIA - BRASIL
El juez a cargo del mayor caso de corrupción en la historia de Brasil, Sergio Moro, afirmó ayer a la prensa local que el país necesita “remedios amargos” para combatir este flagelo “sistémico”.
A los 44 años, este juez de primera instancia se transformó en un símbolo de la lucha anticorrupción al imponer pesadas condenas a políticos y empresarios involucrados en una red de desvíos montada en torno a la estatal Petrobras. “Lo que vimos fue un caso de corrupción sistémica, corrupción como una especie de regla del juego”, afirmó Moro en una entrevista publicada por el periódico O Estado de Sao Paulo, realizada en su despacho en el estado sureño de Curitiba. “Lo que más me llamó la atención tal vez haya sido una casi naturalización de la práctica de la corrupción. Empresarios pagaban (sobornos) como una práctica habitual y los agentes públicos los recibían como si fuese algo también natural. Eso fue bastante perturbador”, agregó el magistrado.
Desde que se hizo público en 2014, el caso Petrobras ha puesto en la mira a decenas de legisladores de varios partidos y envió a prisión a empresarios de la élite de Brasil.
El propio ex presidente Lula da Silva, símbolo de la izquierda latinoamericana, será juzgado por Moro en este caso, en el que la fiscalía lo apunta como el comandante máximo del esquema de corrupción que durante una década drenó más de 2.000 millones de dólares de la petrolera estatal. Inspirado en la operación Mani Pulite (manos limpias), que desarticuló una compleja red de corrupción en Italia en la década de 1990, el caso en Brasil continúa avanzando y es una fuente constante de tensión en la clase política.