Pero hay momentos en los cuales dicha polarización se transfiere a grandes sectores de la sociedad que empiezan a dividirse de manera preocupante.
Es lo que tuvimos en su momento con el juicio político a Lugo hace 5 años. Y aunque nos sorprenda hoy que varios de los principales protagonistas políticos de ese momento tengan un comportamiento muy diferente, y se generan por ejemplo nuevas alianzas increíbles, el daño causado por la división fue importante y tuvo sus consecuencias.
Hoy de vuelta que se están generando condiciones favorables para nuevos momentos de gran división, lo cual preocupa bastante.
Las palabras, los gestos y los mensajes que se envían desde los diferentes liderazgos en general, y los políticos en particular, van creando realidades y motivando determinados comportamientos. Pero no se trata únicamente de los discursos, sino de acciones muy peligrosas que minan profundamente el funcionamiento de nuestras instituciones, además de afectar la vida misma de las personas.
No olvidemos que la dinámica política que estamos viviendo ha significado la muerte de un joven de manera inaceptable y el ataque a un símbolo de cualquier república como el incendio ocasionado a la sede del Congreso Nacional.
En esta tendencia penosa en la que estamos envueltos, las posiciones se radicalizan, las personas se agrupan en los extremos de sus propias ideas y proyectos. De hecho, se vuelve muy difícil encontrar espacios de encuentros en el centro, que es precisamente de donde pueden salir ciertos consensos mínimos sobre determinadas políticas de Estado que precisamos.
Esto se nota por ejemplo en el tratamiento y el debate que han generado las cifras de pobreza y empleo recientemente publicadas.
Un tema crítico para nuestra sociedad, y que merece una discusión profunda sobre las mejores políticas para combatir los serios déficits que tenemos en ese sentido, se reduce a una oportunidad que no hay que desaprovechar para atacar al enemigo político. Y usualmente con discursos carentes de mucha rigurosidad, pero ricos en adjetivaciones de todo tipo.
Algo similar ha ocurrido con el préstamo recientemente otorgado por el IPS a una empresa multinacional con garantía total del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La discusión se contamina fácilmente con elementos traídos justamente para generar confusión y nos cuesta demasiado esfuerzo encontrar modelos superadores a los esquemas muy limitados en los cuales opera una institución como el IPS.
También lo vivimos con el caso del Acta de Entendimiento de Yacyretá, que debe ser tratado precisamente en el Congreso pero que con esta dinámica actual las expectativas de una discusión seria y responsable son francamente limitadas.
Y no olvidemos la forma en que se presentó, trató e incluso votó el pretendido nuevo marco impositivo para el sector sojero.
Podemos seguir citando varios ejemplos significativos, pero el tema es que se mantiene en la mayoría de los casos el mismo patrón; algo así como verlo todo desde una perspectiva monocromática, blanco o negro, sin tonalidades.
Los análisis inteligentes, y desde donde deben salir las soluciones más potables a los diferentes problemas que enfrentamos, tienen una serie de matices y merecen tratamientos de otro tipo al cual estamos mayormente acostumbrados.
En el semestre que se inicia, nos estaremos acercando cada vez más a fechas de elecciones y las polarizaciones seguirán ahondándose, particularmente con los principales actores políticos.
Sin embargo, como sociedad seguiremos teniendo temas claves -el tratamiento del presupuesto por ejemplo, entre otros- y necesitamos apearnos un poco de los extremos para lograr acuerdos mínimos.
Es importante que desde nuestras organizaciones exijamos y colaboremos activamente en este proceso. Y, por sobre todo, evitemos caer en esta dinámica perversa de la división.