Y llegó el gran día. El papa Francisco está de nuevo en Latinoamérica.
Su gira o viaje apostólico, que incluye a nuestro país, Paraguay, es considerado como apoyo a los países más pequeños y desiguales de Sudamérica y sus gobiernos (Ecuador, Bolivia y Paraguay).
Sea como fuere, llega a nuestras naciones convulsionándolo todo a su paso, así como solo él lo sabe hacer.
Lo ha demostrado desde que se instaló en el Vaticano y usted lo sabe perfectamente.
De ahí que cristianos y no cristianos aguardamos ansiosos que esta visita ayude a nuestras naciones, y a quienes las conformamos, a reflexionar sobre nuestra realidad.
Pero, principalmente, a dialogar para que entre todos, sin exclusiones, busquemos las soluciones a nuestros muchos problemas.
De hecho, este fue el tenor del primer mensaje que dio ni bien llegó a Ecuador. Es que Francisco es un gran conocedor del continente que lo vio nacer.
Y sabe también que ese es el camino que puede ayudar a esta golpeada Latinoamérica a construir sociedades más igualitarias, más justas y más fraternas.
Con tanta pobreza, tanta exclusión esparcida a lo largo y ancho de toda ella, quienes la integramos no podemos darnos –encima– el lujo de iniciar batallas estériles entre países hermanos.
Esos históricos antagonismos lo único que han hecho hasta ahora es ahondar las diferencias (Ecuador vs. Perú; Bolivia vs. Chile; Colombia vs Venezuela; etc., etc.).
Indudablemente el gran mensaje de Francisco es el de la unidad, la fraternidad.
Es la mejor respuesta que se puede dar –especialmente aquí en Paraguay– a quienes, aún hoy, se siguen quejando por lo que fuere con tal de encontrarle el lado negativo a la visita del Pontífice a nuestro país.
Se quejan de todo y por todo... ¡que los gastos son excesivos!... ¡que el altar de maíz y coco podría alimentar a miles de familias, etc., etc., etc.!
¡Por favor! Tenemos el privilegio de entrar a la historia como uno de los países que el Papa escogió especialmente para incluir como parte de su primera gira oficial por Latinoamérica y todavía nos quejamos.
No hay derecho. Es el colmo de la necedad.
Así que ¡bienvenido, papa Francisco!, y ayúdenos a superar nuestras muchas limitaciones.
Que tenga un excelente resto de jornada.
