25 abr. 2024

Bautismo de agua y bautismo del espíritu

En los primeros siglos se bautizaban los adultos. Hombres y mujeres que en un largo catecumenado conocían el contenido de su fe y sabían a qué se comprometían.

Eso no significaba automáticamente que todos iban a ser cristianos de verdad. Las presiones de fuera, las persecuciones, la debilidad de dentro y las tentaciones consentidas les harían libremente pecar.

Pero eran conscientes de que el compromiso de la vida cristiana era un camino difícil, donde Dios les acompañaba.

Todo comienza, entonces y ahora, con el bautismo, donde está presente Dios.

Sin embargo, hoy, entre el niño que recibe el bautismo sin darse cuenta y el adulto de los primeros siglos existe una enorme diferencia que va a influir decisivamente.

Antes, primeros cristianos adultos que se bautizaban no solamente sabían a qué se comprometían, sino que se convertían, para no repetir la vida de antes.

Y no me refiero a los pecados personales de antes. Sino sobre todo a “los pecados sociales” (violencia, injusticias, etc…). Se comprometían conscientemente a amar a todos sin exclusión.

Pero hoy una mayoría grande se bautiza cuando muy pequeños y sin darse cuenta de nada. Muchos nunca más pisarán una iglesia, salvo compromiso de familia o amistad. Sin embargo, se considerarán cristianos por la tradición de haber recibido el bautismo.

De esa mayoría, menos de la mitad irá al catecismo para la primera comunión que reciben de niños.

De ellos solo muy pocos se confirmarán. Esta sería una ocasión de reparar todo lo anterior. Pero no se espera a recibirla de adultos, sino en la adolescencia cuando todavía no se conoce la vida.

La familia sería el modo de reparar lo que falta, pero últimamente la familia está en crisis también de fe.

Por favor: He puesto esquemáticamente lo que parece sucedernos para que reflexionemos juntos.

Hagamos entre todos la pastoral. Ikatu.

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