29 mar. 2024

Banda sinfónica argentina de ciegos, cuando la música cobra todo el sentido

El director indica el compás con una batuta metálica y unos 80 músicos comienzan a tocar con la mirada perdida en el horizonte, marcando el pulso con el baile de su cuerpo. La banda sinfónica de ciegos de Argentina, experiencia única en el mundo, se prepara para el final de la temporada.

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Banda sinfónica argentina de ciegos, cuando la música cobra todo el sentido. Foto: noticiasconobjetividad.wordpress.com

EFE

“Ha sido un curso increíble, chicos”, felicita a los artistas el maestro José Luis Cladera, director de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos ‘Pascual Grisolía’ en la conclusión del ensayo para uno de los últimos conciertos antes del verano, después de un año con más de 40 presentaciones en distintos lugares del país.

Marcos González, programador artístico y coordinador general de la banda, explica a Efe, con el sonido de los vientos de fondo, que 83 músicos componen la formación, pero el equipo tiene más de cien personas, entre técnicos, gerentes, asistentes...

Aunque existe desde 1947, tanto González como Cladera coinciden en que 2015 ha sido clave. “Estamos en una transición”, comenta el director al repasar un año en el que los artistas han podido compartir escenario con músicos de la talla de León Gieco, con quien han grabado un documental para la televisión pública.

“Impresionante”. Eugenio describe con una palabra cómo vivió tocar al lado de quien considera uno de los músicos más importantes de Argentina. “No canta con la voz, canta con el alma”, suspira junto a su compañero Cristian, trombonista, que admira la vocación social del cantante, a quien le ha compuesto una breve letra.

Cuenta Cladera que la música ha salvado a muchos de los chicos de la orquesta y Eugenio es uno de ellos. “Para mí la música es lo único en la vida”, sentencia en un descanso del ensayo, después de ejecutar un solo de oboe que levanta los aplausos de sus compañeros.

“Un, dos, tres y...” Las caras de concentración, los pies que marcan el tempo y las sonrisas de felicidad colorean la sala Guastavino del Centro Nacional de la Música, donde los músicos siguen las indicaciones del director: "¡Piano! ¡Saxo, ahí! ¡Cuidado!”.

El repertorio mezcla temas más académicos con versiones de música popular argentina.

En el ensayo, Susana Sosa agita la pandereta marcando el contratiempo. “La música consigue crear un lenguaje universal”, cuenta en un receso esta profesora de piano, que lleva tocando desde que aprovechaba los recreos de la escuela para colarse en la sala de música, con apenas diez años.

“Se trata de eliminar las barreras”, asegura González, centrado en impulsar una cantera de jóvenes músicos ciegos para que el futuro de la banda esté garantizado.

Cristian charla con Eugenio sobre esas barreras. “Hay limitaciones reales y limitaciones imaginarias -precisa-. Todos tenemos en nosotros incorporada la necesidad de la ayuda del otro, aunque unas están más aceptadas socialmente que otras”. “Yo me siento entero”, replica Eugenio.

Recuerdan que uno de los músicos consiguió tocar en la Orquesta de Cuba. "¡No parece ciego!”, exclamaban al verle.

“Hay diferencias”, aclara Cladera, quien explica que cuando entró a dirigir la banda se centró en corregir las posturas de los músicos, que no podían practicar la colocación del cuerpo delante del espejo, esencial para sacar el mejor rendimiento al instrumento.

Además, los músicos ciegos no usan atril ni partitura mientras tocan. “Tienen una capacidad de memorización increíble”, subraya el director al explicar que leen en casa las partituras en braille y las aprenden de memoria para interpretarlas en los conciertos.

El objetivo es que cualquier maestro pueda dirigir a los músicos. Cladera ha desarrollado un sistema de dirección basado en los golpes auditivos, en audífonos con señales magnéticas y en indicaciones vocales para señalar los cambios de tempo o de intensidad en las piezas.

Aunque la tecnología ha facilitado mucho las cosas, los artistas se centran en lo que más les gusta. “La música es un transporte: sirve para contar una historia, para decirle a una chica lo bonita que es, para unir a la gente en la lucha”, añade Cristian.

“La música es algo muy personal. Hay unos ritmos de la música ochentera que son alegres: tum tu-cum tá tutum tu-cum tá. Y sin embargo a mí me hacen llorar”, relata emocionado Eugenio, quien llama a la sociedad a dejar atrás las diferencias de género, de imagen, de capacidad o discapacidad.

“Vemos con el corazón, no nos falta ningún sentido”, completa Cristian, que ve la banda como un zoológico fantástico en el que los animales son capaces de generar armonías. “Cada músico es una historia, el conjunto es maravilloso”, concluye.

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