Todavía falta mucho más de un mes, pero las amenazas de suba de tarifas en los servicios públicos y otras metidas de mano al bolsillo de los contribuyentes han quedado para después del 26 de julio.
Anoten bien y prepárense para tributar más a lo mismo de siempre.
Ahora todos quieren estar bien con los electores. Si son cooperativistas y suman más de un millón y medio la aplicación del IVA y las listas sábanas quedan para después de las elecciones.
Lo mismo pasa para los reajustes de varios servicios. El hito referencial son las internas de los partidos.
Habría que buscar un escribano que anote además todas las promesas de buen desempeño que hacen candidatos a concejales e intendentes.
Todos prometen lo de siempre, aunque ya sabemos cómo terminarán todos.
Esta relación perversa y mentirosa hunde a la democracia y la transforma en un sistema mentiroso y desleal. Lo peor es que la relación es similar a la que tiene la mujer golpeada por el marido o concubino.
Casi siempre termina diciendo que “algún día cambiará o me pega porque me quiere”.
Este azote cívico no solo ha desarmado de ética la relación mandante-mandatario, sino algo peor, ha desalentado por completo el ingreso de los buenos al chiquero de la política.
Nadie que tenga buenos propósitos puede acabar el día creyendo en la democracia cuando el mecanismo electoral se convierte en un trapiche donde se muelen las honras y el dinero.
Nada alcanza para un electorado acostumbrado a votar con base en las prebendas y canonjías.
Un porcentaje enorme del electorado entiende la democracia como un sistema lleno de derechos, pero nada de deberes.
Un espacio donde el candidato debe tener bolsillo para sufragar necesidades de tres o cuatro generaciones anteriores. Un mundo de precariedades, donde todo cabe menos la racionalidad.
Así se hacen las internas y las nacionales.
Así funciona el elector paraguayo mayoritariamente, y si a eso le sumamos que el Ministerio de Educación dice que el 93% de sus alumnos no aprenden nada, ya pueden imaginarse cuál será el final de la democracia paraguaya.
El juicio crítico, el distinguir lo justo de lo injusto, el castigar a los que se apartan del ideal democrático no pueden existir en estas condiciones.
Por eso posponen los castigos al final de las internas como quien golpea los glúteos antes de aplicar la inyección dolorosa.
Estamos llevando la democracia paraguaya al límite. Los viejos referentes de la dictadura con su inmoralidad están acabando con un sistema político en el que no creen ni respetan.
A la sociedad solo le queda interpelar la realidad y sobreponerse a su lógica perversa.
Debe hacerlo rápido si pretende salvar la democracia. Si no lo hace, será cómplice por omisión de un tiempo en donde el relativismo cívico ha llegado a la conclusión de que democracia es igual a mentira, desencanto, ineficacia y corrupción.
Y ya pueden imaginarse qué idea surgirá como opción.