Como en las peores épocas de la dictadura del general Alfredo Stroessner, cuando se confundía al Gobierno con el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas en un mismo combo represivo, el presidente de la República, Horacio Cartes, arrastró el pasado lunes 11 a la mayoría de los ministros de su Gabinete y a altos directivos de reparticiones públicas al mitin político de celebración de los 130 años de fundación de la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, en el local de la Junta de Gobierno de dicha nucleación política.
La presencia de la plana mayor del Gobierno y de altos jefes de reparticiones públicas se dio en horas de la mañana de un día hábil, en plena hora laboral. Los funcionarios públicos violaron así la Ley 1626 de la Función Pública, que no permite realizar otras actividades durante la jornada de trabajo y más específicamente prohíbe ejercer actividad política partidaria en estos horarios.
Esta abierta transgresión legal debería haber merecido la inmediata intervención de la Secretaría de la Función Pública, sancionando a quienes incumplen con la ley, pero ello probablemente resultará un poco difícil, ya que el propio titular de dicha dependencia, el ministro de la Función Pública, Humberto Peralta, era también uno de los que aparecían entre las primeras filas de los funcionarios presentes en el acto partidario, con un abierto tinte proselitista ante las próximas elecciones internas de la ANR.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores, Eladio Loizaga, transgredió la Ley 1335/99, del Servicio Diplomático y Consular, que establece que los funcionarios diplomáticos deben ser leales solamente a la República y a sus instituciones. Además, dicha ley les exige abstenerse de ejercer toda actividad proselitista de carácter político-partidario en el desempeño de sus funciones.
Estamos hablando de autoridades nacionales, que representan a todos los ciudadanos. Estos hombres y mujeres se han apartado del deber ser democrático de expresar con su actuar que están por encima de lo partidario, que realmente responden a la nación.
La actitud del presidente y de sus colaboradores implica un pésimo precedente para el sistema democrático, ya que reflota una práctica muy criticada por los dirigentes del Partido Colorado durante la dictadura del general Stroessner. Además, en esta oportunidad tampoco han invitado ni han dejado participar a los sectores disidentes de la ANR, como si el partido perteneciera solamente al grupo oficialista.
Es lamentable que este gesto de sectarismo, prepotencia y abierta falta de ética y de respeto de las leyes de la República provenga de quienes deberían dar el mejor ejemplo de rectitud.