De la ciudad de Asunción no se puede decir lo que generalmente se dice jocosamente acerca de otras capitales latinoamericanas, en las que cuando los conquistadores españoles preguntaron a los pueblos originarios dónde era el mejor sitio para fundar una ciudad, estos le indicaban el peor lugar, a modo de venganza.
Asunción fue fundada el 15 de agosto de 1537 a orillas de uno de los más hermosos paisajes, junto a una bahía del río Paraguay, que ya había llamado la atención de otros expedicionarios. Inscripta en su acta de fundación con la extensa denominación de “La Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción”, su población, extendida sobre sinuosas colinas, cobró gran importancia histórica en los primeros tiempos de la Conquista española, generando un pulso vital para la creación de otras ciudades de la región, como Corrientes, Santa Fe, Santa Cruz de la Sierra, incluyendo a la segunda fundación de Buenos Aires, en 1580.
A pesar de estar edificada a orillas de uno de los más bellos y legendarios ríos del continente, contradictoriamente la ciudad creció durante gran parte de los siglos XIX y XX dándole la espalda a su principal recurso hídrico. Recién en el siglo XXI, con la habilitación de una primera etapa de la gran obra de la Costanera, la ciudad empezó a reconciliarse con su río y a crear mejor infraestructura de conexión vial.
Las carencias, sin embargo, son muchas. Asunción ha crecido en forma desordenada y caótica en las últimas décadas y los efectos se sienten en su tráfico caótico, colapsado, que hace que transitar por sus calles sea un verdadero calvario cotidiano, especialmente para las 1.500.000 personas que ingresan a la capital desde distintas ciudades del área metropolitana, por motivos laborales o de estudio.
Un sistema de transporte público que, a pesar de algunos avances, sigue siendo malo y precario. Un proyecto de Metrobús que avanza a paso de tortuga. Nuevas autopistas y viaductos que aportan soluciones parches, pero no solucionan el problema de fondo. Deficiente sistema de recolección de basura, falta de mayor conciencia ciudadana en el cuidado medioambiental, inexistencia de bicisendas y rampas, calles en mal estado, plazas descuidadas, veredas rotas y sucias... son algunos de los aspectos que hacen que la vida en la ciudad, que podría ser muy agradable, siga siendo un suplicio para la mayoría de quienes la habitan y transitan.
Aproximándose lentamente hacia su quinto centenario, Asunción necesita cambiar de ser una ciudad del caos automotor y comercial, hacia una ciudad más amigable, pensada a escala humana.