Cuán saludables son los escándalos como el que hoy sacude a esa colosal fábrica de espectáculos que es la FIFA.
Saludable porque nos devuelve la fe en las instituciones democráticas, esas construcciones colectivas que, en teoría, deben estar por encima de cualquier poder fáctico, sea este económico o político.
Es cierto que estas son instituciones del primer mundo (el Ministerio Público estadounidense), pero no dejan de ser una muestra clara de que es posible desarrollar este tipo de entidades capaces de investigar y procesar cualquier delito, así los involucrados se encuentren entre las personas más poderosas del mundo.
El caso que se investiga es burdo, se diría que hasta simplón.
De acuerdo con la denuncia, los administradores de las diferentes organizaciones que montan los torneos de fútbol, convertidos merced a la televisión en el mayor espectáculo de masas del planeta, cobraron coimas para adjudicar la televisación del show, la publicidad y los lugares donde estos habrían de montarse.
Para acordar las coimas se juntaron varias veces en Estados Unidos y el dinero de los sobornos lo remitieron a bancos de allá. Suficiente para que el Ministerio Público norteamericano, el órgano de investigación de la policía federal (el FBI) y Hacienda los investigue por conspiración, lavado de dinero y evasión fiscal.
Están procesados poderosísimos dirigentes deportivos y empresarios multimillonarios, todos ellos vinculados en sus respectivos países con políticos, dueños de medios y periodistas.
Siempre tuvimos la sensación de que eran intocables. Demasiados amigos y demasiada plata.
La semana pasada, sin embargo, vimos cómo los sacaban de su lujoso hotel en la capital suiza y se los llevaban detenidos como a cualquier otro mortal sospechoso de haber cometido un delito.
Acá tenemos a Leoz y a Napout salpicados por el escándalo.
Ambos apellidos tienen un peso tremendo, pero nada valen ante el aparato judicial norteamericano.
Será probablemente uno de los procesos judiciales más seguidos en el mundo. Un espectáculo de masas, como los que ellos mismos supieron montar y por los que –según la denuncia– cobraron fortunas de coima.
Algo es cierto. No hay uno solo en la lista de sospechados que haya entrado a la FIFA con más plata de la que tienen ahora.
