Los jefes de la diplomacia paraguaya y argentina, Eladio Loizaga y Héctor Timerman, suscribieron el pasado lunes un comunicado conjunto que incluye 36 puntos, en los que se repasa de manera relativamente resumida los temas más gravitantes de la agenda bilateral. Se trata, en efecto, de un interesante relanzamiento y puesta al día de las cuestiones comunes que atañen a una vinculación intensa entre ambos países, con consecuencias directas en la vida de sus respectivas poblaciones. Esa actualización era absolutamente indispensable, sobre todo después del indeseado paréntesis que afectó a las relaciones bilaterales por cuestiones de carácter eminentemente político en los años 2012 y 2013.
Entre las cuestiones abordadas resalta, por su relevancia estratégica para el desarrollo del país, el punto cinco del citado comunicado, en el que se decide iniciar la renegociación del Anexo C del Tratado de Yacyretá. El proceso, a tenor de lo manifestado por el titular paraguayo de la entidad, Juan Schmalko, se iniciaría el próximo mes de mayo.
También se plantean asuntos relativos a la construcción de obras de integración física (puentes Asunción-Clorinda y Ñeembucú-Río Bermejo), a la navegación fluvial en la hidrovía Paraguay-Paraná, a la dinamización del intercambio comercial (Argentina se “comprometió a implementar medidas efectivas que faciliten el libre tránsito”), y se acordó la visita de representantes de la Comisión Nacional de Energía Atómica del Paraguay al vecino país, a fin de abordar lo atinente al muy sensible tema de la instalación de una planta nuclear en la provincia de Formosa.
Como se puede observar, la variedad de los asuntos tratados es, pues, amplia. Al mismo tiempo, el carácter marcadamente enunciativo del comunicado conjunto suscrito por los cancilleres Loizaga y Timerman plantea el enorme desafío que enfrentan ambos países para traducir en hechos tangibles la retórica diplomática plasmada en el documento.
La vastedad y la complejidad de los asuntos bilaterales amerita un esfuerzo adicional de ambas cancillerías para que los mismos sean debidamente encauzados.
El Gobierno paraguayo no se puede conformar con un abordaje meramente semántico de esas cuestiones, sino que debe bregar con determinación y solvencia para lograr que ellas sean dirimidas en beneficio de los altos intereses nacionales. No alcanza, por ejemplo, con decir que Argentina se compromete a facilitar el libre tránsito de mercaderías y ciudadanos paraguayos por su territorio, se debe especificar a través de qué mecanismos específicos y bajo cuáles garantías nuestro vecino cumplirá su palabra libremente empeñada en sendos tratados bilaterales y regionales.
Esta es, pues, la ciclópea tarea que ambos países enfrentan. Traduciendo las buenas intenciones en hechos concretos se demostrará a los pueblos que el discurso de hermanamiento que tanto invocan sus gobernantes responde a una voluntad real de producir una verdadera y sana integración.