24 abr. 2024

¡Aramos!, dijo el mosquito

Trabajando con un empresario en la descripción de los cargos gerenciales escribíamos las tareas y responsabilidades de cada una de las gerencias de su empresa. Cuando llegamos a su puesto, el del gerente general, vimos que había muy pocas líneas escritas en la pantalla, y él me dice: “A ver… ¿Qué más hago yo? No puede ser que eso no más yo haga…”

Por Patricia dos Santos

Por Patricia dos Santos

Conozco a este empresario, fundador y gerente general de su exitosa empresa desde hace varios años; lo fuimos acompañando en otros momentos cuando era al revés, él hacia la mayor parte de las tareas y otros se ocupaban de pocas tareas muy específicas. Fueron tiempos de mucha actividad y estrés para él cuando al mismo tiempo que se encargaba personalmente de casi todo trataba de enseñar para poder ir delegando a quienes tenía a su alrededor. Típica situación de las organizaciones en transición del pionerismo a la madurez de la mano de su propio fundador.

Hace un par de años lo ayudamos a entender por qué no podía lograr buenos resultados a pesar de lo mucho que trabajaba. El análisis mostró que no era posible para una sola persona hacer todo bien, quedaban cosas en el tintero, no se gestionaban cuestiones claves, no había un plan estratégico explicitado. Sentía frustración y desesperanza. Un líder exitoso que podía fracasar por no dar el paso que correspondía.

Para calmar la ansiedad de manera ordenada empezamos por definir qué tareas podría ir delegando y en qué plazos, y sobre todo cuál era el perfil de las personas que necesitaría para lograr la delegación tan necesaria. Se fijó el objetivo de conformar un equipo gerencial profesional que se hiciera cargo de la gestión, y así poder ocuparse él de las ideas que le surgían a diario ante las oportunidades que veía a su alrededor.

¿Y cómo sabremos que lo he logrado?, preguntó al finalizar aquel trabajo. Cuando te sientas como el mosquito del dicho español montado sobre la cabeza del buey que tiraba del arado, al final de la pesada jornada diciendo: ¡Aramos!, le contesté. Y eso porque ya serán otros quienes hacen el día a día mientras vos, como el mosquito, estés mirando desde arriba, ayudando con tu visión global y de larga distancia a seguir el camino, sin dejar de molestar, como hace el mosquito con la púa y el cantito, cuando haga falta, agregué. Me gusta usar esa figura para describir el valioso trabajo de liderazgo de los consejeros en las oenegés y de los directores en las empresas, de naturaleza totalmente distinta al trabajo de línea y la responsabilidad de la gestión.

Recordando aquella anécdota ambos sonreímos; esas pocas líneas que describen su puesto actual eran la mejor evidencia de que ya estaba a pleno en el liderazgo del mosquito.

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