Para que este potencial se convierta en bonanza, tenemos que crear “empleos de calidad”. En el periodo 2008-2015 se crearon 550.000 empleos formales. En porcentajes, aumentó del 21% al 29%. Entiéndase por formales a los empleados registrados en el IPS, en una empresa legalmente constituida que cuenta con un RUC, o sea, todo es legal. Aun así, crear empleo nos resulta difícil, y “de calidad” aún más. En los últimos 5 años nuestra tasa total de subocupación se ha mantenido en la misma franja entorno a los 20% (+/- 0.7%).
Este periodo de formalización fue muy bueno porque casi 2/3 de los empleos se crearon en el sector privado y 1/3 el Estado. Este periodo fue una bonanza, porque contribuyeron para esta creación del empleo varios factores, como la industrialización del agronegocio, las empresas de maquila y una masiva contratación del Estado en periodos de gobiernos populistas. Además, tuvimos el gran salto de la construcción civil, una abundante proliferación de empresas de servicios, y la aparición reciente de grandes empresas con un capital mixto extranjero y familiar.
Pero lo que dio empleo en el pasado no lo va a generar en el futuro. Se viene un escenario bien diferente: el Estado ya no soporta contratar más gente, se terminó el superciclo de las materias primas caras, la moderna empresa agrícola está automatizándose a tal punto que requiere cada vez menos operarios y los que contrata ya son altamente especializados y educados, muchos de estos, inmigrantes. En todos los frentes la tecnología está desplazando cada vez más a la gente con limitada educación y poca productividad. Por eso es que la economía crece, pero el empleo formal no, pues lo que aumenta es la productividad de los pocos que están en empleos formales.
¡Nuestro caballito de batalla, el agronegocio, no va a crear más empleos! El pequeño agricultor o ganadero ya no es más productivo, por lo que abandona su campo y migra a las ciudades, asentándose en los cinturones de pobreza urbana. Pasaremos de tener agricultores autoempleados a tener un masivo subempleo en el inestable sector de los precarios servicios, donde la gente intenta sobrevivir ilegalmente sin protección de asistencia de salud, para mencionar lo más obvio.
Como el bono demográfico nos va a inundar con gente en edad potencial de trabajar, necesitamos un esfuerzo mancomunado de la sociedad para crear masivamente empleos formales suficientes. En el periodo 2015-2030 necesitamos crear en el sector privado 1.000.000 empleos formales. Un inmenso desafío de todos, pues es más del doble del empleo que creamos en el periodo anterior.
El Estado tiene poco más de 300.000 funcionarios, es nada comparado con el millón de empleos que hay que fabricar. Ya que el Estado no puede crear más empleos, que al menos no los impida. La línea a bajarle a la burocracia estatal debe de ser: Que todo funcionario público apruebe toda iniciativa de crear empleo, sean estos permisos de construcción, permisos de operación, habilitación de empresas, autorizaciones, visados, licencias, etc., para lo que aparezca. Que el libre mercado contribuya a la factibilidad si es viable el modelo de negocio de la empresa privada, ya no más el funcionario público exigiendo requisitos prehistóricos, manteniendo a la gente en el subempleo.
La inversión privada genera el 90% del empleo formal. Para que el bono demográfico no se torne un lastro demográfico, vamos a tener que apretar el paso en el sector privado, y que el Estado cumpla un papel racional.