El mayor desafío que enfrentamos ante las cíclicas epidemias de dengue en el Paraguay es lograr la conciencia ciudadana necesaria para eliminar exitosamente al mosquito transmisor que tanto daño causa cada año.
Sabemos que el Estado tiene numerosas falencias en cuanto a la salud pública y conocemos su inoperancia en cuanto a desplegar campañas eficientes de educación. Por eso la ciudadanía debe asumir la responsabilidad de cuidar el entorno laboral, escolar y familiar.
Desde la primera epidemia del dengue en el país ha quedado demostrada la imposibilidad de las instituciones para ejercer un efectivo control para el combate de los mosquitos que son los transmisores de la enfermedad. Los patios baldíos descuidados, los basureros a cielo abierto y los criaderos en las residencias son una prueba de que la inconsciencia ciudadana va de la mano con la falta de autoridad de los funcionarios.
Cada año, con el inicio de la temporada estival, se presenta el mismo escenario: aumentan la humedad y la temperatura, son más frecuentes las lluvias y el país entero se convierte en el campo propicio para la reproducción de larvas de mosquitos.
Las advertencias no hacen mella en la indiferencia de la población. Recién cuando en los hospitales y centros de salud ya no quedan camas y el dengue se cobra vidas es cuando comienza la preocupación. Por lo general, esto llega cuando ya es demasiado tarde y la epidemia se vuelve incontenible.
Ante esta realidad, que debe ser bien conocida por las autoridades, se impone de manera evidente no solo un cambio de enfoque del problema, sino también que se definan políticas públicas de salud de mediano y largo plazos. Es inaceptable que esta situación se repita en cada temporada, sin que se planteen soluciones más efectivas, ya que hablamos de la salud de la población de todo un país.
El Ministerio de Salud debería fijar esta como una de sus prioridades y trabajar de manera conjunta e interdisciplinaria con otras secretarías del Estado para encontrar respuestas. Una de ellas –que no puede ser dejada de lado por más tiempo– es trabajar directamente en la educación. Construir una cultura de la higiene no es posible de manera tan inmediata, pero sí será factible si se inicia en la escuela, con un enfoque bien dirigido a formar ciudadanos responsables y conscientes de que sus acciones pueden marcar la diferencia y darles bienestar y calidad de vida. También es preciso combatir la impunidad y lograr, con sanciones ejemplificadoras, que la gente se comporte con responsabilidad social.
Es inaceptable desde todo punto de vista que un mosquito siga teniendo en jaque a la población. Esto representa casi un fracaso de la modernidad, la civilización y los progresos sociales.