Alegría inmensa por ser la fiesta de un grupo mayoritario del pueblo, creadores como nadie de la nación. Gente fuerte para quienes el trabajo es una necesidad para poder vivir. Ellos se pasan las horas del día en los lugares más disímiles en un esfuerzo físico y mental sin término. Y, detrás de ellos, sus familias que dependen de su mano de obra.
Al mismo tiempo, me invade el sentimiento de rebeldía. Nadie, como los trabajadores, conquistaron un campo adverso con toda clase de conquistas: salario digno, jubilación, seguro social, horas extras, maternidad, etc., partiendo de su agrupación en sindicatos, lo cual representó para conseguirlo otra lucha, en ocasiones cruenta. Pero…
Poco a poco, por la fuerza y con engaños, casi todas estas conquistas, una a una, se les fueron arrebatando. La madre de todas, la posibilidad de formar nuevos sindicatos, está frenada, por ejemplo, en el Ministerio del Trabajo de este presidente.
Durante más de una hora hemos estado analizando, por Radio Fe y Alegría, todo lo que dice la actual Constitución del año 1992, que juraron cumplirla todas las actuales autoridades, sobre el trabajo. Desde el pueblo hay que demandarlos. No cumplen su juramento.
Día del Trabajador del 2017, fiesta de alegría y rebeldía. Pero ambas acumuladas. Ambas crecidas y grandes. Porque ambas están amenazadas. Y no podemos permitir que ambas desaparezcan.
Se está implantando en el Paraguay el modelo neoliberal de Cartes, en el que el trabajo es pura mercancía que cada día paga menos con menos derechos, aprovechándose del hambre que el mismo modelo incentiva.
Por eso, el Día del Trabajador del 2017 es día de alegría y rebeldía acumuladas. Día de la unión de todos los trabajadores.