24 abr. 2024

Alegría y generosidad

Hoy meditamos el evangelio según San Mateo 19, 16-22.

Si alguna vez nos sentimos con el alma entristecida, preguntémonos: ¿en qué no estoy yo siendo generoso con Dios?, ¿en qué no soy desprendido con los demás?, ¿me preocupo excesivamente de mí mismo, de mis cosas, de mi salud, de mi futuro, de mis pequeñeces?... Es posible que encontremos enseguida la causa y el remedio.

Mientras tanto, procuremos afinar en el trato con el Señor, intentemos darnos sin cálculo a quienes están cerca, aunque sea en pequeños servicios; abramos el corazón a quien nos conoce y aprecia, a quien tenemos encomendada la dirección espiritual del alma.

El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “El joven se queda triste cuando Jesús le pide que venda sus riquezas. De golpe, la alegría y la esperanza en ese joven rico desaparecen, porque no quiere renunciar a su riqueza. El apego a las riquezas está en el inicio de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, también en la pequeña corrupción comercial, de esa que quita 50 gramos al peso exacto, corrupción política, corrupción de la educación...

Y ¿por qué? Porque los que viven apegados a los propios poderes, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejar todo.

Hay un misterio en la posesión de las riquezas. Las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre. Sin embargo, ese paraíso terrestre es un lugar sin horizonte, vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste.

El apego a las riquezas nos entristece y nos hace estériles. Utilizo el término “apego” y no “administrar bien las riquezas”, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Y si el Señor se lo da a una persona es para que esa persona lo haga para el bien de todos, no para sí mismo, no para que lo cierre en su corazón, que después con esto se hace corrupto y triste.”

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net)