El crecimiento económico es condición necesaria para generar empleos de calidad y los bienes y servicios que requiere la sociedad para satisfacer sus necesidades, así como los recursos tributarios para financiar políticas.
Sin embargo, no cualquier crecimiento económico genera estos resultados positivos. El modelo paraguayo, basado en una parte importante en la producción y exportación de bienes agropecuarios, tiene limitaciones para lograr estos objetivos.
Los bajos niveles de valor agregado y la alta dependencia de factores exógenos hicieron que aun con promedios superiores al 5% anual en los últimos 10 años, el país no haya podido crear condiciones adecuadas para impulsar un proceso de desarrollo a nivel nacional ni del bienestar en las familias paraguayas.
Luego de una década de crecimiento relativamente alto, pero volátil, persisten altos niveles de desigualdad y pobreza, especialmente en el área rural a pesar de que una alta proporción del crecimiento del PIB se deba al crecimiento del sector agropecuario.
La ausencia de un efecto positivo amplio en el sector rural ocasionó la migración hacia las áreas metropolitanas de las ciudades más importantes, configurando un sector urbano con niveles de empleo muy precarios. Para los jóvenes, la situación empeora, ya que muchos se encuentran desempleados.
En este contexto de crecimiento, varios estudios internacionales señalan la existencia de poblaciones en situación de pobreza, un grupo mayor en situación de vulnerabilidad con un alto riesgo de caer en carencia y otro sector no menor considerado de clase media, pero también en condiciones de vulnerabilidad, ya que no cuenta con suficiente cobertura de seguridad social ni de otros mecanismos de protección.
En definitiva, una década de crecimiento dejó como avance positivo la reducción de la pobreza, pero no creó las condiciones para que una amplia mayoría de trabajadores logre permanecer fuera de ella a lo largo de toda su vida.
El otro déficit importante de este crecimiento ha sido su escaso impacto tributario, con lo cual actualmente existe poco espacio para implementar políticas que contribuyan a diversificar la economía y que el crecimiento económico se produzca en sectores con la potencialidad de generar empleos de mayor calidad.
Actualmente, el país no cuenta con financiamiento para implementar una política industrial o de servicios, ni garantizar la expansión de infraestructura sin caer en un endeudamiento que a la larga es insostenible sin recaudación que permita cumplir con los compromisos.
La dependencia del clima y de la demanda externa, y ahora de obras de infraestructura financiadas con deuda, no es una buena estrategia de desarrollo, por lo que las autoridades nacionales deben, además de festejar la buena perspectiva, diseñar e implementar políticas que garanticen un crecimiento sostenido, menos volátil y con un efecto multiplicador mayor en los empleos y la fiscalidad.