Esto no me va a costar mucho trabajo, porque en bastantes manifestaciones por mártires sociales en la lucha o en circunstancias de decisiones difíciles, me han pedido que hiciera una oración para todos.
El arte de vivir en plenitud consiste en estar abiertos. Y la razón es sencilla. Por muy valiosos que seamos, por más carácter que tengamos, por más seguros de nuestra causa que estemos; todos, sin excepción, somos limitados en el tiempo y en la identidad.
Por eso necesitamos la ayuda, el consejo y las fuerzas de otros para hacer algo que valga la pena en la vida. Aquella definición antigua de que somos animales sociales es una realidad; no solamente porque da gusto estar con otros, sino también porque necesitamos de los otros.
En este sentido, la compañía que nos rodee nos marca, nos da fuerza y, en cierto modo, distinto en la circunstancia de cada uno, nos vuelve como a recrear, nos hace crecer.
Estoy hablando en un sentido general, que es común para todos los seres humanos. Me he fijado en lo positivo. Pero también se da en lo negativo. Y muchos son destrozados por la influencia mala de los demás.
Pero también existe la dimensión religiosa de Dios en los que tenemos fe.
Con ella nos abrimos a Dios y esa realidad también nos vuelve a recrear. A hacernos crecer. A fortalecernos. A purificarnos. A tener como horizonte de vida la causa de Dios, que es su reino, su voluntad de que seamos humanamente felices, lo cual nos empuja siempre hacia adelante en un mundo y en una sociedad demasiado injustos y corrompidos.
“Abrirnos a Dios y dejarnos recrear por su amor”. Algo muy grande.