El objetivo es comunicarles la alegría que tengo en este recuerdo, que es la Semana Santa anual, de la resurrección de Cristo y la de todo el mundo.
Nuestro horizonte no se acaba con la muerte, luego de ella, la vida eterna, que fuimos construyendo día a día, se extiende en una dimensión infinita cuando dejamos la madre tierra. La Pachamama como le llaman en quechua los indígenas.
Pero también, con esta alegría, denuncio y rechazo lo que ya la ONU llama “tercera guerra mundial”. Puede costar decenas de centenares de vidas humanas de militares y más de civiles. Los líderes políticos que, por locura o por egoísmo propio la promueven, debieran ya de estar fuera de sus cargos. No seamos débiles en rechazar un mal tan grande.
Con esta alegría también denuncio y rechazo en el Paraguay la rivalidad interna de grupos divididos y enfrentados por ganar los beneficios de una enmienda constitucional o impedirla al otro para provecho propio.
Los casi tres millones de paraguayos y paraguayas, de clase media baja, empobrecidos, pobres de siempre y miserables económicos de ahora, crecemos en número. Subsisten carentes de los bienes esenciales de la vida como la alimentación, salud, educación, vivienda, seguridad. En el fondo, es lo que dice el papa Francisco sobre la dictadura del dinero, del poder político, de las finanzas, etc.
Estamos felices porque la resurrección, que crece en nosotros, es nuestro horizonte. Y con esa fuerza y compromiso de lucha rechazamos y queremos frenar la tercera guerra mundial y la politiquería que nos aplasta en Paraguay. Insisto en que se vayan todos.
Si nos unimos podremos frenarlos. No les quepa la menor duda.