La mayoría de los asuncenos habremos festejado el 15 de agosto solo por el significado simbólico de la fecha y por el cariño intrínseco que le tenemos a la capital de nuestros amores. Si nos ponemos a pensar más detenidamente, realmente no hay mucho (por no decir nada) que celebrar.
Asunción, siempre dividida entre sus dos realidades: sus barrios extremadamente ricos y sus vecindades extremadamente pobres. En los sectores más pudientes, la Municipalidad asuncena hace gala de presencia, pintando una metrópolis cuasi ideal (tal vez porque allí recauda más). Por el otro lado, en los alrededores menos privilegiados el caos está permitido. Las calles destrozadas y los callejones oscuros e inseguros forman parte del paisaje.
Me molesta sobremanera que para las propias autoridades nacionales ser pobre signifique tener la licencia para ser desordenado, sucio y, peor aún, delincuente.
No sé si se puede festejar algo, si cada día encontramos más baches en las principales avenidas; más extorsionadores de los trapos (porque muchos no pueden ser llamados cuidacoches); más suciedad y espacios públicos sin suministro de agua potable. Por citar un ejemplo, hasta ahora, el parque Carlos Antonio López sigue sin tener agua potable. El problema termina en una efímera pelea entre la Comuna y Essap, pero el servicio no se restablece.
Lo mismo sucede con los baches. Las instituciones batallan buscando culpables y pasan los días. Como si fuera que a los asuncenos nos interesa saber quién es el padre de los pozos callejeros. Nosotros solo queremos, y nos merecemos, que los reparen lo antes posible.
En pleno microcentro no se encuentran muchos basureros para arrojar los desechos. Es verdad que son los ciudadanos los responsables de atestar las calles de basura, pero la Municipalidad debería combatir este mal concienciando a sus pobladores y colocando contenedores de residuos.
Cuando asumió, en el 2010, Arnaldo Samaniego prometió tapar los baches en 48 horas. Sin embargo, seguimos haciendo malabarismos sobre las calles para no quedar hundidos en cráteres. Van cuatro años de gestión de Samaniego y veo más fracasos que logros. Resultó igual o peor que sus predecesores y, para colmo, se murmura que quiere ser reelecto.
Asunción es Madre de Ciudades, pero así como la veo, es una madre abandonada y desamparada en un asilo. Una madre cuyos hijos mayores (autoridades) solo la visitan para pedirle dinero. A una madre, la madre de todo el continente y de la que sentimos orgullo, no se la trata así.