19 abr. 2024

A 34 años de la masacre en Caaguazú, 10 siguen desaparecidos

El 8 de marzo de 1980, campesinos de Acaray-mi abordaron con armas un ómnibus y exigieron ser trasladados hasta Caaguazú. Fueron perseguidos y masacrados por militares y civiles. Los cuerpos de diez asesinados siguen sin aparecer.

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Ficha de Apolonia Flores, la “peligrosa guerrillera” de 12 años del caso Caaguazú. Foto: Gentileza

Por Andrés Colmán Gutiérrez

@andrescolman

El ómnibus 150 de la empresa Rápido Caaguazú había salido a las 01.00 de la madrugada del 8 de marzo de 1980 de Ciudad Presidente Stroessner (la actual Ciudad del Este), con rumbo a Asunción.

A la altura del kilómetro 37 de la ruta 2, tres campesinos hicieron señas al chofer para que se detenga. Al abrir la puerta, advirtió que eran varios más, 18 en total, incluyendo a mujeres y niños. Algunos estaban vestidos con ropa militar de camuflaje (para-i) y portaban revólveres, rifles y escopetas.

“Subieron nuestros dirigentes a hablar con el chofer, explicaron que éramos campesinos pobres, perseguidos por el Gobierno, por pretender vivir como hermanos en nuestra propia tierra. Queríamos ir a Caaguazú, a iniciar una lucha por nuestros ideales, y no teníamos dinero para nuestro pasaje. El chofer aceptó llevarnos y subimos todos”, recuerda Arcadio Flores, uno de los integrantes del grupo.

Los campesinos estaban liderados por Victoriano Centurión (“Centú”), histórico dirigente de las Ligas Agrarias Cristianas (LAC), nacidas con apoyo de la iglesia católica paraguaya, que intentaban llevar adelante un modelo de organización social al estilo de la comunidades eclesiales de base, pero eran perseguidas y reprimidas por la dictadura del general Alfredo Stroessner, por considerar que eran un “caldo de cultivo” para el comunismo.

A inicio de los ’70, Centú se había entrevistado con el propio ministro del interior, Sabino Montanaro, a quien pidió ayuda para establecer una colonia en unas tierras fiscales, en medio de los montes del Alto Paraná. Con permiso del Instituto de Bienestar Rural (IBR), entre abril y junio de 1972, unas primeras 35 familias procedentes de Misiones se establecieron en Acaray-mi, a 40 kilómetros al noroeste de la actual Ciudad del Este, y bautizaron el lugar como Nueva Esperanza.

Los conflictos se iniciaron a los pocos meses, cuando apareció una mujer llamada Olga Mendoza de Ramos Giménez (Ña Muqui), esposa de un general, quien reclamó como suyas las tierras ocupadas por los campesinos.

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Informe policial sobre el Caso Caaguazú. | Foto: Gentileza.


Ante la resistencia a abandonar el lugar, empezó un duro hostigamiento, desde un destacamento militar instalado a la entrada de la colonia, con detenciones arbitrarias, torturas, quemas de ranchos y destrucción de cultivos.

Una expedición armada

En marzo de 1979 la situación se había vuelto insostenible, cuando Centú y sus seguidores decidieron salir con armas en las manos.

Hay varias versiones sobre los objetivos de aquella “expedición armada” y la toma del colectivo.

Según un pronunciamiento del Comité de Iglesias, dado a conocer entonces, los campesinos pretendían viajar a Asunción para protestar ante las autoridades por las injusticias que estaban padeciendo.

Centurión y otros protagonistas, en cambio, afirman que iban a viajar a Caaguazú, para contactar con otros líderes campesinos e iniciar acciones de lucha armada para derrocar a la dictadura, pero todo les resultó muy mal.

En el puesto de control Santo Domingo, Torín, inspectores de Hacienda intentaron detener el ómnibus en que viajaban los campesinos, pero Centurión ordenó al chofer que siga adelante.

Rápidamente los funcionarios abordaron dos autos y los persiguieron, pensando que se trataba de contrabandistas. Uno de los autos se cruzó frente al ómnibus, pero Centurión rompió el parabrisas y efectuó varios disparos, hiriendo a uno de los funcionarios. Los autos detuvieron la persecución.

Más adelante, los campesinos ordenaron al chofer que pare en el lugar llamado Altona, en Campo 8 (actualmente J. Eulogio Estigarribia), donde bajaron los 18 campesinos y se internaron en el campo, caminando hacia el norte.

“Caminamos unos mil metros y entramos en un monte para decidir qué íbamos a hacer. ‘Desde ahora nos van a perseguir a muerte los policías y militares’, les dije a todos. Nos dirigimos hacia el monte Monday”, recuerda Victoriano Centurión.

Una verdadera cacería humana

Enterado del asalto al ómnibus, esa misma madrugada del 8 de marzo, el dictador Alfredo Stroessner ordenó al jefe de Inteligencia Militar, general Benito Guanes Serrano, que se pusiera al frente de un gran operativo represivo para cazar a “los guerrilleros”.

Toda la región de Caaguazú fue invadida por camiones de soldados armados y el vuelo de helicópteros artillados. Unos 5.000 efectivos militares fueron desplazados, además de “milicianos” (civiles para militares) pertenecientes al Partido Colorado, a quienes se repartió armas. La orden era “acabar con los guerrilleros”.

La base de operaciones se estableció en la finca de la familia Collante, en las afueras de Caaguazú.

Durante los dos primeros días, no hubo pistas de los fugitivos. El 11 de marzo, a la siesta, desde un helicóptero se divisó que tres hombres corrían hacia un monte, en la zona de San Antonio mi.

El piloto dio aviso y en pocos minutos llegaron varios camiones de soldados y hombres armados, que rodearon la zona.

Dentro del monte estaban cuatro de los fugitivos (Mario Ruiz Díaz, Concepción González, Fulgencio Castillo Uliambre y Federico Gutiérrez) casi muertos de hambre y sed, que fueron fusilados al instante.

Otro grupo, liderado por Gumercindo Brítez, fue alcanzado hacia el suroeste por una patrulla al mando del mayor Carlos Alberto Ayala González. Hubo un intenso tiroteo en el que cayó muerto Brítez, otros resultaron heridos y detenidos, y algunos lograron huir.

El tercer grupo, conducido por Estanislao Sotelo, fue interceptado en un monte cercano. Sotelo fue capturado con varias heridas, luego torturado y finalmente degollado por uno de los milicianos colorados, según testimonios.

El cuarto grupo, liderado por Victoriano Centurión, resistió a tiros en la zona del arroyo Pastoreo mi. En este grupo estaban dos mujeres menores: Apolinaria González, de 16 años, embarazada de tres meses, y Apolonia Flores Rotela, de 12 años, quien resultó herida con 6 balazos. El único que logró escapar fue Centurión.

Al final de la jornada, el saldo era 10 campesinos muertos: Gumercindo Brítez, Estanislao Sotelo, Mario Ruiz Díaz, Secundino Segovia Brítez, Feliciano Verdún, Reinaldo Gutiérrez, Concepción González, Fulgencio Castillo Uliambre, Federico Gutiérrez y Adolfo César Brítoz. Todos habrían sido enterrados en una fosa común, en la zona de San Antonio mi, cuya ubicación exacta no se ha podido determinar hasta la fecha, pese al insistente reclamo de los familiares por recuperar sus restos.

Además, hubo dos capturadas con heridas: las menores Apolinaria González y Apolonia Flores; cuatro prófugos: Victoriano Centurión (quien permaneció tres meses oculto en el monte, hasta que fue rescatado y asilado en la embajada de Panamá, para ir al exilio), Francisco Solano Duré, Gil Santos Duré y Vidal Martínez; y 2 detenidos: Mariano Martinez y Arnaldo Flores.

Por parte de las fuerzas del Gobierno no hubo muertos, pero sí resultaron heridos el mayor DEM Carlos Alberto Ayala González, de la II División de Infantería; el alcalde policial Romualdo Rolón; el conscripto Aristides Ortigoza y los milicianos Felipe Giménez y Cesar Duré.

Una “peligrosa guerrillera” de 12 años de edad

La menor Apolonia Flores, que entonces contaba con solo 12 años de edad, fue traída herida de balas e internada en el Hospital Policial Rigoberto Caballero.

Ella relató varios años después, en una entrevista con Última Hora, que el propio dictador, Alfredo Stroessner, la visitó en el centro sanitario, en donde le ofreció que gente del gobierno iba a cuidarla y protegerla, y que podría estudiar y formarse en la profesión que más le guste, “todo cubierto por el Estado”.

Apolonia relató que entonces le preguntó al dictador: "¿Por qué no se le dio antes a todos los niños de Acaray-mi la posibilidad de estudiar y vivir mejor? ¿Por qué ahora solo a mí?”.

En un siguiente encuentro, el dictador ya la amenazó: “O aceptás lo que te propongo, o te llevan al Buen Pastor (la cárcel de mujeres)”.

Apolonia contó que su respuesta fue: “Que me lleven al Buen Pastor”.

Tras restablecerse, la niña fue fichada como “peligrosa delincuente guerrillera” y trasladada a la prisión. Su ficha policial figura como una de las más emblemáticas en el llamado Archivo del Terror, guardado en el Museo de la Justicia, Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, del Palacio de Justicia.

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